“A Alejandro yo lo conozco hace muchos años, pero tenemos vinculación por un tambo que tenemos en Agustina, partido de Junín. Nosotros hace 10 años que pusimos ese tambo, dijo pusimos porque me siento partícipe. La propiedad es de una firma que se llama Chanchihue. El campo se llama El Encuentro y la firma propietaria es de Buenos Aires. Ahí empezamos el tambo hace 10 años, y desde que lo pusimos lo llevamos como genetista a Alejandro. Por eso es un poco lo que dice de mí, Alejandro”, señaló con modestia Juan Carlos Chiavarino, quien en agosto cumplirá 80 años.
Chiavarino se recibió en el año 50, en La Plata y es originario de Chacabuco. “Cuando me recibí tenía un pariente que me invitó a a pasar unos días en una estancia en Las Nutrias en el partido de Lobería y ahí me quedé dos años. En aquel entonces me conecté con algunos estancieros de esa zona, trabajé ahí y después me gustó Balcarce y me fui para allá. En esa ciudad me casé y con mi mujer, Olga Cataneo, y ya llevamos 53 años de casado”.
Por aquel entonces don Julio hacía clínica general, de pollo, de perros, de gallina, “pero nunca me gustaron los pequeños animales”, afirmó.
En 1954 Chiavarino fue de los primeros que comenzó a trabajar en tacto rectal en los campos y posteriormente se dedicó a la reproducción, actividad en la que encontraba placer. “Después hicimos inseminación en ovejas, eso fue en la década del 60, siempre en la zona de Balcarce. Siempre estuve vinculado e manera independiente con el Grupo Comega y Estanar, que eran campos líderes de la zona”, señaló.
A partir de esos años el tambo lo fue tironeando. “Siempre me gustó mucho la parte reproductiva y de tambo. Además estuve muy vinculado con el INTA siempre, tuve la suerte de ser bien recibido como trabajador independiente, trabajé mucho con Adolfo Casaro y el grupo de aquel entonces”.
Un hombre que habla poco, pero que hace mucho
Desde hace más de un década, Julio Chiavarino asesora un tambo en Agustina, partido de Junín. “Hace 10 años que pusimos ese tambo, y digo pusimos porque me siento partícipe. La propiedad es de una firma que se llama Chanchi-Hue. El campo se llama El Encuentro y la firma propietaria es de Buenos Aires. Y ahí empezamos el tambo hace 10 años y desde que lo pusimos lo llevamos como genetista a Alejandro Giúdice y por eso es un poco lo que dice de mi Alejandro”.
En ese establecimiento que comenzó con 250 vacas, hoy se ordeñan 700 animales. “Es un tambo que lo hacemos en dos ordeñes, tiene 25 bajadas. Y el año pasado hemos cerrado con 22 litros de promedio”.
TA: ¿La genética es una herramienta para seguir avanzando?
JC: Si, y ese trabajo se lo dejamos todo a Alejandro. Yo voy a aprender un poco cuando el va y selecciona los toro entonces yo le meto la púa un poco.
TA: ¿Qué indicadores debe tener en cuenta un productor lechero en los tiempos que corre?
JC: Por la crisis que tuvo la lechería, el que fue capaz de superarla mejoró en estructura porque sacó las vacas que no le servían, dejó las vacas más rentables y gracias a eso se ha conseguido mejor producción. Hoy nosotros estamos en 1,2 litro por kilo de alimento. Una de las cosas que yo le comentaba recien es que por suerte, con toda esta genética, con todos estos nutricionistas que tenemos, podemos comprobar que con 15 meses tenemos la vaquillona con 380 kilos cómodos.
TA: ¿Cómo ve la lechería para adelante?
JC: Yo la veo muy bien, y además muy competitiva con la parte agrícola que es muy importante. Creo que también la parte ganadera en este país va a ir mejorando en función de que nosotros seamos inteligentes y sepamos darnos cuenta de los defectos que tenemos y sepamos manejarlos, fundamentalmente si hablamos de la carne, tenemos que ser muy buenos sanitariamente. El porvenir nuestro en cuanto a la lechería y carne es fantástico, pero debemos ser capaces de corregir nuestros defectos.