La construcción de una estrategia colectiva para controlar el spiroplasma en el cultivo de maíz fue el foco de un panel del Congreso Maizar 2024 conformado por expertos de empresas semilleras: Sabina Mahuad, Plant Health Product Develop Cono Sur en Bayer Crop Science; Juan Astini, líder de Agronomía de Corteva Argentina; Nicolás Bertolotti, gerente de Desarrollo de Semillas de Syngenta; Fernando Guerra, gerente de Desarrollo de Producto de KWS, más Laura Carabaca, asesora del CREA San Patricio.
Los especialistas concuerdan en que ninguna de esas condiciones favorecerán al insecto esta campaña, ni el clima ni todo lo que se ha aprendido en estos meses, a lo que sumaron recomendaciones de manejo de cara a la próxima campaña.
Sabina Mahuad, Plant Health Product Develop Cono Sur en Bayer Crop Science, mostró que el desplazamiento de la presión de la plaga en la actual campaña fue inédito, y que dejó muchas enseñanzas: “Vimos distintos síntomas, distintas respuestas a distintos híbridos, vimos condiciones distintas en cada zona, y eso nos lleva a pensar cómo tenemos que pensar el sistema productivo de acá en adelante”, señaló. “Habrá que volver a hacer agronomía. Si entendemos la dinámica de la plaga y su comportamiento, vamos a poder controlar el patosistema”.
Juan Astini, líder de Agronomía de Corteva Argentina, recordó que en diciembre de 2023 nadie hablaba de spiroplasma; en enero empezaron a surgir pequeños focos, y luego fueron creciendo, con la aparición de lotes de maíz con daño severo (como muestra el gráfico). “Hubo muchas hipótesis erradas. Apelamos a los brasileños, a gente de Argentina que estaba trabajando en el tema hace 30 años, para encontrar información histórica, pero no había pasado antes algo así. En esas primeras investigaciones no teníamos la superficie de maíz, ni la distribución, ni los sistemas productivos que tenemos hoy”.
Con todo el bagaje de información reunido, empezaron a aparecer las posibles causas: el clima, con un invierno más cálido; se venía de un verano con una campaña muy mala, donde se dejaron muchos lotes con maíz sin cosechar o con una recolección no del todo correcta, con mucha presencia de maíces guachos; se comenzó a hablar del ‘puente verde’, pero vieron que no en todos lados se podía eliminar. Así fueron entendiendo que no se podía transmitir una receta única, sino que había que hacer un abordaje regional, sostuvo Astini.
Fernando Guerra, gerente de Desarrollo de Producto de KWS, por su parte, puso el acento en las diferencias de la plaga respecto de lo que se conocía hasta ahora. Dijo que no sólo hubo un desplazamiento geográfico, y una diferencia respecto del lugar donde se inicia y hacia dónde se mueve la plaga, sino que también el uso que se da al maíz en las zonas más afectadas llevó el problema a una situación más grave, con más hospedantes susceptibles más tiempo, y en un enero donde seguía habiendo el maíz joven que tanto le gusta a la chicharrita. Entonces, el puente verde se extendió en todas direcciones, algo desconocido. “No estábamos preparados. Ahora ya no tenemos solo la experiencia de Brasil, sino la propia”.
Para poder entender y dimensionar cómo se expandió la plaga, Laura Carabaca, asesora del CREA San Patricio, describió cómo comenzó en el NOA. «El Dalbulus se presentaba más que nada al final del ciclo de cultivo del maíz, y lo veíamos mucho en cultivos de invierno (trigo, centeno, rabanito, colza, cultivos de servicio). En la campaña 2022/2023 empezamos a verlo en algunos casos aislados en zona sur, de maíces semilleros, y en zona norte. Como región CREA del NOA, firmamos un convenio de trabajo con la Estación Experimental Obispo Colombres, para hacer seguimiento poblacional y algunas pautas de manejo. Veíamos la plaga, la conocíamos y estábamos medianamente preparados, pero nunca nos imaginamos que iba a llegar a tal magnitud», admitió. Y remarcó que es muy importante no solo la población, sino su nivel de infectividad.
En el sur del NOA, la enfermedad comenzó a aparecer con importancia a partir de V2, con síntomas severos a partir de estado vegetativo; hubo lotes perdidos en prefloración y cultivos cosechados con productividades muy por debajo de los rendimientos de indiferencia. «Hoy es una zona muy complicada, los productores seguramente no quieren hacer maíz la próxima campaña. Pero el maíz en el NOA es muy importante para el sistema, aporta salud al suelo, cobertura; el maíz se rota con soja y con poroto y da estabilidad en el rendimiento, porque de algún modo funciona como un amortiguador de los baches hídricos durante el desarrollo de los cultivos de verano y de las altas temperaturas. Necesitamos el maíz en el sistema», enfatizó.
Hacia el este de la región, contó la experta, “los maíces venían bárbaros. La población de chicharrita recién empezó a crecer a fines de febrero. En una semana, con altas temperaturas, los maíces más susceptibles quedaron en el piso. Los síntomas severos empezaron a crecer a partir de R3. Esperábamos 8.000 kg/ha y fue una desilusión. “Cuando las trampas empezaron a indicar una alta población ya habíamos superado V8 o V10, y no hicimos nada. Si los niveles poblacionales son altos, sí hay que hacer”.
Más allá de las consecuencias negativas, la asesora CREA admite que fue un año de muchísimo aprendizaje, “y lo más importante es que no tenemos sólo una herramienta para poder salir de esta situación. En nuestra zona, es muy importante hacer un vacío sanitario, además de eliminar las plantas guachas, porque estamos con un nivel de población muy alto. Necesitamos hacerlo para después comenzar a trabajar con otras herramientas y tener éxito».
Entre todo lo que confluyó en una especie de tormenta perfecta, Nicolás Bertolotti, gerente de Desarrollo de Semillas de Syngenta, se refirió a la genética. Hubo básicamente un portafolio de materiales templados, de mayor susceptibilidad a la enfermedad, fruto de una migración del mercado que buscaba aumentar la producción en el norte, y hacer cultivos más seguros, cosechar antes, evitar problemas de vuelco y de quebrado. “En la genética tropical hay niveles de tolerancia diferenciales y eso puede aportar a la solución”.
¿Cómo llegamos a esos niveles de daño? Parte de la explicación está en las condiciones ambientales, que es de lo que menos se ha hablado. “El clima en 2023 fue extremadamente anómalo, el año más caliente desde 1961, con 1 °C más que el promedio de la serie”, reveló Bertolotti. Así, “el invierno no jugó su papel en las zonas donde debería haber controlado la población, más allá de las otras prácticas”, señaló, mostrando un mapa de anomalía de temperatura (cuanto más azul, más frío respecto de lo normal; cuanto más rojo, más cálido que lo normal. “El invierno nos ha jugado una mala pasada, fue lo único que nos faltaba para generar las condiciones para la explosión del vector”, explicó.
Lo que vivimos en el invierno de 2023 estaba pronosticado por el Servicio Meteorológico Nacional, un invierno cálido con condiciones de humedad de transición a Niño. Con el diario del lunes es fácil decir ‘cómo no la vimos’”, reveló. “La buena noticia es que, de cara a la nueva campaña, el primer trimestre de invierno va a ser mucho más frío que el de 2023″. El frío que se espera en la provincia de Buenos Aires, en Entre Ríos, en el sur de Santa Fe, es un buen augurio para la zona núcleo maicera. “Debería contribuir a bajar la población, junto con el manejo integrado que proponemos. Diferente va a ser en el NOA, que seguiría estando más caliente que otras, y por eso las herramientas de mitigación van a tener que ser otras”, distinguió.
Mahuad asoció también las fechas de siembra con un circuito integrado y de migración del vector. “Al observar el mapa de 2023, si lo llevamos a las fechas de siembra, vemos que a medida que termina la cosecha en el norte del país, se empieza a sembrar en algunas regiones más al sur, sobre todo en las que se produce maíz para tambo o maíz dulce para consumo interno, lo que genera los puentes verdes”. A eso se le sumaron el año pasado las condiciones climáticas, explicó, no sólo de temperaturas excesivas, sino también de vientos del Norte, que favorecieron la migración de la chicharrita hacia el sur de la zona subtropical.
Para Mahuad, observando esas capas de información (la temperatura, la dinámica de la plaga y las enfermedades y las fechas de siembra), “vamos a entender cómo prevenir el patosistema», aseveró. “Terminó la cosecha del maíz tardío de la zona núcleo y volvió a sembrarse la zona del NOA, y esto llevó a esos niveles altísimos de presión, con el triple de chicharritas que solía haber. “Pensemos ese circuito, cómo vamos a trabajar esta campaña para evitar que se repita”, señaló.
Para la fitopatóloga, “hay que volver a hacer agronomía, volver a pensar qué principios activos, qué fechas de siembra, pensar en el vecino antes de tomar decisiones, para ir disminuyendo la población del vector y reducir el riesgo de la enfermedad”.
“Estamos con mucha más información y más tranquilidad, nos va a ayudar”; dijo Astini. “Tenemos que entender la problemática en cada zona para saber cuál es la batalla que tenemos que dar como comunidad los que estamos en la cadena del maíz”. En este sentido, dijo que en Brasil, la captura de chicharritas está muy por debajo del norte de Argentina: todos los actores hicieron lo que tenían que hacer: se controlaron los maíces guachos, se hicieron aplicaciones, y demás”.
“¿Qué tenemos que hacer desde ahora, que cosechamos el maíz, y planificar la próxima campaña?”, se preguntó Mahuad. Recordó que se está armando el monitoreo a nivel nacional desde las instituciones públicas y privadas para entender la dinámica del patosistema.
Por último, los especialistas presentaron las principales recomendaciones de buenas prácticas para el manejo del complejo, a las que arribaron por consenso a partir de todo lo aprendido.
En los lotes en barbecho, la recomendación es enfocarse en la eliminación de todo el maíz guacho (o triguero, o voluntario) para que el Dalbulus no se pueda alimentar. Y también mantenerlo libre de cualquier maleza. Monitorear y, en caso de encontrar presencia en maíz guacho, aplicar los productos que se aprobaron para su control, siempre contactando al agrónomo de referencia.
Para la siembra, se recomienda el uso de semilla certificada. Se está trabajando en el registro de insecticidas en el tratamiento de semillas, hubo aprobaciones, se están planificando estrategias de tratamiento doble en las semillas para asegurar el periodo de emergencia, explicó. Aunque es difícil, hay que tratar de reducir la ventana de siembra al máximo, hablarlo en los consorcios de productores para sembrar lo más cercano posible. “La chicharrita es inteligente, evolucionó con el maíz, cada etapa biológica (ninfa, adolescente, adulta) tiene un rol. La nutrición balanceada es clave a partir del análisis del suelo. Y los semilleros pudimos evaluar la debilidad o no de nuestros híbridos y ya tenemos información para brindar”.
Durante el cultivo, en estado vegetativo se debe monitorear la presencia del vector, trabajar con un umbral de control y, ante su presencia, rotar principios activos, para evitar la resistencia. Para los técnicos, resulta fundamental la calidad de la aplicación, además del uso adecuado de dosis.
Finalmente, en postcosecha, la sugerencia es aplicar herbicidas residuales, para evitar el maíz voluntario, y rotar los cultivos evitando siembras sucesivas de gramíneas.
Todo esto, recordando la regionalización: por caso, en Balcarce, el control del maíz guacho debería ser a la salida de la primavera; pero más al norte, donde la frecuencia de heladas deja de ser el control primario durante el invierno, debería haber más compromiso en el manejo de voluntarias, que es una de las grandes llaves para destrabar este problema, explicaron.
“La chicharrita nos está obligando a ponernos de acuerdo, generar información, trabajar en conjunto para mitigar los riesgos”, concordaron.
Astini insistió en que no hay un punto de las recomendaciones más importante que otro: la genética, los curasemillas, los insecticidas, la nutrición, el vacío sanitario, todos tienen un rol, pero ninguno es la solución solo. Y consideró que la información de la red de monitoreo va a ayudar a la regionalización, porque incluso en la región Centro (norte de Córdoba, centro de Santa Fe, algo de Entre Ríos) hay diferencia clara entre el Este (tamberos, maíces tempranos) y el Oeste, donde debería ser más fácil un vacío sanitario.
“La presión de la plaga fue superior a la de la safrinha, el daño fue en una zona mayor al Mal de Río IV. Tuvimos la peor campaña en cada una de las zonas. Esto solo puede mejorar”, dijo Guerra.
Para Bertolotti, en la zona núcleo, incluyendo sur y este de Córdoba, sur de Santa Fe, Entre Ríos. Buenos Aires y La Pampa, “vemos, por un lado, que estamos cosechando casi el mejor rendimiento de los últimos 5 años. En siembras tempranas, el impacto fue mínimo, más allá de algunos casos dispersos, pero la severidad fue muy baja comparada con la zona central.
“Para la próxima campaña, la temperatura va a ayudar a controlar al vector; los perfiles van a llegar llenos. En esta zona, la siembra temprana parece la mejor opción, no con riesgo 0, pero con una mitigación que va a permitir apuntar a maíces de alta productividad con riesgos atenuados. Además, la red de monitoreo va a incluir puntos de muestreo allí, no va a ser tirarse a la pileta. Por ahí en esa zona, que es la zona de pánico, hay muchísima preocupación, pero el impacto ha sido realmente bajo. Entonces sería un error cambiar la estrategia de producción, deberían seguir sembrándose maíces de alto potencial en general, el riesgo debería estar mitigado. Guerra valoró que “en muy poco tiempo se reunió mucha información: Saliendo de lo emocional, se puede ver mejor”. Por último, Mahuad recordó que “Brasil supo convivir con esto, aprendió, Nosotros tomamos muchas cosas muy rápidamente, ya sabemos, vamos a trabajar con previsión”.