¿Se puede controlar a las moscas de la fruta sin aplicar insecticidas?

Estos insectos causan pérdidas económicas cuantiosas en la Argentina. Un estudio académico estableció por qué los métodos genéticos para frenar la plaga fallan sistemáticamente. Se proponen posibles soluciones para aplicarlos con éxito.

Una mutación provocada en laboratorio permite diferenciar a los machos de las hembras de las moscas de la fruta. Los machos mutantes, que están esterilizados, se liberan al ambiente, y al copular con las hembras salvajes no dejan descendencia. Así, la plaga disminuye hasta niveles no dañinos para los frutales.

Según el MAGyP de la Argentina, las pérdidas económicas por las moscas de la fruta ascienden a 19 millones de U$S al año, el 20% de la producción. Hoy, para controlar la plaga se aplican insecticidas nocivos para el ambiente, y por eso, una gran alternativa es el control genético. Este método se basa en producir y liberar moscas macho estériles que, al aparearse con hembras silvestres, hacen que éstas no dejen descendencia. Así, la densidad poblacional baja y la plaga deja de ser un problema. Entonces, ¿Por qué este método fracasa sistemáticamente? Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) que condensó cuatro décadas de investigación en moscas de la fruta, profundizó en las causas de las falencias de los métodos genéticos y explicó cómo solucionarlas.

“Durante 40 años estudiamos la genética de dos moscas de la fruta: la del Mediterráneo, o Ceratitis capitata, y la sudamericana, o Anastrepha fraterculus, con la idea de determinar qué factores pueden estar haciendo fallar los controles genéticos de las poblaciones de estos insectos”, comentó Alicia Basso, docente de la cátedra de Genética de la FAUBA.

La investigadora señaló que los métodos genéticos consisten en esterilizar las moscas de la fruta para controlar sus poblaciones. El primero que se conoció fue la Técnica del Insecto Estéril (o SIT, por sus siglas en inglés), que se basa en esterilizar con radiación a millones de moscas —machos y hembras— en el laboratorio, para luego liberarlas al ambiente. “El problema con este método es que aumenta el número de hembras en las zonas productoras de frutas, y a pesar de que las hembras liberadas son estériles, conservan el hábito de pinchar el fruto con su aparato ovipositor para poner los huevos, con lo cual los daños al final son mayores”.

Según Basso, una técnica posterior, conocida como Técnica del Macho Estéril, resultó en una mejora de la SIT. En este nuevo método se liberan al ambiente solamente machos estériles de las moscas de la fruta. Si bien la nueva técnica es superadora, tiene dos problemas.

El primero es que para producir ‘sólo machos’ y para esterilizarlos, las moscas pueden recibir dosis elevadas de radiación. En consecuencia, los machos ‘de laboratorio’ son menos competitivos que los silvestres, y las hembras terminan siendo fecundadas por machos fértiles.

El segundo problema a resolver es que los machos esterilizados de laboratorio suelen ser incompatibles genéticamente con las poblaciones naturales. “En nuestro país se trabaja desde hace muchos años con un único genotipo de moscas proveniente de Viena. Se suponía que era tan bueno que controlaba cualquier población de moscas del mundo, lo cual resultó negativo, produciendo fallas graves de apareamiento y, en definitiva, de control de la plaga”, explicó Basso.

“Tras décadas de estudiar la composición genética de las poblaciones comprendimos el fracaso del control genético en la Argentina: nuestros resultados hoy demuestran que es ineludible realizar muestreos genéticos frecuentes de las poblaciones silvestres de las moscas. La idea es detectar mutaciones nuevas que afecten el adecuado apareamiento entre las poblaciones naturales y los machos generados en laboratorio”, sostuvo Alicia, quien publicó estos resultados en la revista Journal of Applied Biotechnology and Bioengineering.

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