Se aferró a las ovejas para poder sobrevivir

Juan Echanis llegó de La Pampa para criar cerdos en Toro Negro. Luego apostó por las ovejas y consiguió un crédito, que en su momento no pudo aplicar porque el campo se incendió. Compró otro en Las Barranquitas y ahora apuesta por la carne y la lana.

Juan Echanis sabe lo que es pelearla bien de abajo. Si bien su vida estuvo relacionada con el campo desde siempre en su pueblo pampeano de Ingeniero Luiggi, debió hacer de todo para salir adelante. Tanto allá en La Pampa como desde que llegó a San Luis, hace ya unos diez años, tuvo varios oficios y nunca le quitó el cuerpo al trabajo.

“En Luiggi vivimos en el campo hasta que yo cumplí 18 años, que fue cuando mi papá decidió que era el momento para mudarnos al pueblo. Puso un taller mecánico y una estación de servicio y yo lo ayudaba, pero en 2001 llegó la debacle del país y nos fundimos”, recuerda Juan mientras convida unos mates en su vivienda ubicada cerca de Las Barranquitas, en el ingreso por un camino vecinal.

Afuera pasan a una velocidad desmedida varias camionetas 4×4 que están recorriendo la hoja de ruta del rally de El Volcán, que comenzaría al día siguiente. Con cada motor que resuena y se aleja queda una nube de polvo impresionante, que tarda varios minutos en disiparse porque el campo queda sobre un camino de tierra que, con los más de tres meses sin lluvia, es todo un guadal. Más que tierra parece talco lo que vuela y confunde a las aves, que sobrevuelan sin rumbo entre los árboles en busca de la paz perdida. “Es una locura, no veo la hora de que termine esta tortura. Las ovejas se ponen nerviosas, se estresan mucho. Acá suele reinar la tranquilidad absoluta”, reconoce el productor.

A los 48 años y con tres hijos, Juan la viene peleando desde que llegó a San Luis. Por estos días está solo con el menor, Iñaki (17), quien lo ayuda con las tareas del campo. Su esposa lleva un par de meses en La Pampa luchando con los problemas de salud de su papá, y los dos más grandes, Ricardo (26) y Eugenia (24), están construyendo sus vidas en la capital puntana. La herencia rural parece estar depositada en el pibe que desafía el frío invernal con una remera de mangas cortas y se muestra dispuesto a hacer lo que le pida el jefe de la familia.

53 hectáreas son de Echanis del total del campo, que tiene 106. La otra mitad pertenece a su hermana Patricia, que es la que lo convenció de venirse a vivir a San Luis desde La Pampa.

“Acá siempre tiene que haber alguien, las ovejas comen dos veces por día y además por una cuestión de seguridad. Si yo tengo que ir a la ciudad por algún trámite, Iñaki se hace cargo de todo. Casi siempre es una vez por semana, los otros seis días estoy yo”, cuenta Echanis, mientras relojea la hora para que no se le pase la segunda ingesta del día de la majada.

Su relación con San Luis comenzó gracias a su hermana Patricia. “Ella se vino de La Pampa a estudiar, allá por 1983. Formó su familia acá y se quedó. Cuando las cosas se complicaron en mi pueblo, me llamó y me dijo porqué no me venía, que acá había más oportunidades. Y la verdad que no tenía nada que perder, así que levanté a la familia y le hice caso”, dice con una sonrisa, mientras la película de su vida parece estar proyectándose de nuevo en su mente llena de recuerdos.

Los comienzos no fueron en el campo, sino en la ciudad. “Entré a trabajar en Previsora San Luis porque mi último empleo en Ingeniero Luiggi había sido en una funeraria, así que tenía experiencia. Después, apenas pude relacionarme con el campo, puse una fábrica de chacinados, pero compraba todo a otros productores porque todavía no estaba en condiciones de comprar un pedazo de tierra. Cuando la cosa no iba bien, abrí una panchería. Siempre me las rebusqué para salir adelante. Incluso haciendo tareas de campo, porque fui tractorista y camionero durante varias cosechas”, repasa con minuciosidad.

Lo bueno es que siempre contaba con un ingreso extra, porque su mamá tenía un campo en Larroudé y, tras cada cosecha, repartía las ganancias entre todos los hijos, así que a Juan le tocaba una parte. Cuando pudo asomar la cabeza después de tanta malaria, decidió que era momento para invertir en un campito. Allí apareció la chance de irse a Toro Negro, donde San Luis le rinde homenaje a la Enseña Patria con mucho orgullo. “Compré un lote y puse un criadero de cerdos con 50 madres en producción, siempre me gustó esa actividad”, asegura.

Con los vaivenes que siempre tiene la Argentina, un país difícil que suele maltratar a los pequeños productores, fue tirando hasta que le salió la oportunidad de comprar en un lugar mejor como es Las Barranquitas, en el Departamento Pringles, una zona con lluvias más generosas que el árido oeste del Departamento Belgrano, donde se puede pensar en tener agricultura además de animales.

“Eran 106 hectáreas, mucho para invertir yo solo, así que con mi hermana Patricia lo hicimos a medias, 53 hectáreas para cada uno”, cuenta Juan sobre ese suelo que estamos pisando en una tarde de sol pleno, pero bastante fría porque corre viento del sur y a medida que corren las horas la temperatura comienza a bajar de manera abrupta. “Era todo agrícola, maíz sobre todo, porque esta es una buena zona para hacer el cereal, aunque hay que rotar con soja para que el suelo no pierda nutrientes y para evitar la erosión”, dice con conocimiento de lo que es trabajar en el campo.

Claro, los comienzos fueron muy complicados porque el dueño anterior no había invertido en infraestructura. No había alambrados, ni aguadas, ni tampoco una casa donde vivir. “Todo lo pusimos nosotros, porque yo no quería ir y venir de la ciudad, este es un negocio en el que hay que estar todo el día. Entonces decidí armar el galpón y la casa para mudar a la familia para acá”, agrega Echanis.

Bienestar animal. El hombre tiene una relación particular con las ovejas. Tiene especial debilidad por un corderito todavía sin destetar.

Contando ovejitas

A Las Barranquitas no lo siguieron los cerdos, prefirió vender todos los animales y recomenzar con otra actividad: las ovejas. “En el último tiempo en Toro Negro había presentado un proyecto para recibir fondos de la Ley Ovina. Pedí un crédito para armar un tambo y una fábrica de quesos, porque ya había decidido cambiar de rubro. Me otorgaron 420 mil pesos, pero tuve la desgracia de que el campo se quemó y comenzaron otra vez los problemas económicos, entonces quedó todo medio parado y recién lo retomé cuando llegué a este campo”, relata el productor.

Es raro que se pueda reorientar un plan ya aprobado, pero como San Luis siempre está dispuesto a ayudar a los pequeños productores y cuenta con profesionales capaces que siempre están en contacto directo con ellos, terminó encauzando todo para seguir. “Fue como si retrocediera para tomar impulso y volviera a empezar. Juan Pablo Rey, del Ministerio de Producción, me alentó a tener más ovejas, me mostró que era posible tener una actividad rentable y yo, que no le esquivo el bulto a los riesgos, me metí con todo”, elogia Juan por la colaboración recibida. También recibió la ayuda de la Unidad Ejecutora Provincial, que le «bancó» la reformulación y pudo seguir adelante.

 Trajo 10 ovejas de raza Pampinta que había criado en Toro Negro y se lanzó a la compra de más ejemplares en otras zonas de San Luis. “Adquirí 23 en Eleodoro Lobos y otras 42 en Fraga, de varias razas, algunas cara negra y otras criollas. Pero ninguna es tan útil como la Pampinta, porque es triple propósito: carne, leche y lana», enumeró.

«La Pampinta es una creación del INTA Anguil, de ahí el nombre, que es de gran ayuda para los productores, porque permite diversificar el negocio”, dice convencido.

El nuevo enfoque estuvo orientado a la producción de carne, o sea la cría y venta de corderos, por lo que también destinó una parte a la compra de materiales para alambrar y tener todo en condiciones. Claro, tampoco resigna la explotación de la lana. “Estoy en el sistema Prolana, con una esquila normalizada. La comparsa tiene seleccionadores que la analizan y entonces sabés lo que vendés. Ellos acopian la lana de varias cooperativas”, anticipa.

A su lado, como asesor ante la UEP para reformular su proyecto, estuvo Alejandro Vergés, un ingeniero agrónomo que conoce mucho la zona y está junto al grupo ovino del que forma parte Echanis. “La verdad es que la UEP me salvó las papas, porque gracias a ellos pude reconvertir el crédito”, reconoce el productor.

 Una apuesta por el PRV

Más allá del entusiasmo por sumar animales, Echanis está muy comprometido en mejorar el pastoreo, en hacer una cría amigable con el ambiente que le permita contar con buenos suelos todo el tiempo. En su campo cuenta con plantaciones de maíz de un tercero que le alquila una parte y le paga con parte de lo que cosecha del cereal, así que parte de la alimentación de las ovejas, sobre todo lo que hace a la suplementación, lo tiene cubierto. El desafío es mantener el forraje suficiente para la cría a campo, sobre todo en el invierno, cuando en San Luis las lluvias desaparecen casi por completo.

Fuente: https://www.eldiariodelarepublica.com/nota/2019-8-18-9-29-0-se-aferro-a-las-ovejas-para-poder-sobrevivir

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