La intensificación, integración y diversificación de los procesos biológicos en los suelos incrementa la sostenibilidad productiva de los sistemas. Con esta premisa como eje, el INTA y Aapresid trabajaron en conjunto en el proyecto Chacra Pergamino que cumple 10 años y demuestra que es posible armonizar la producción agropecuaria con la naturaleza mediante la agricultura regenerativa.
Uno de los impulsores de este concepto es Rodolfo Gil, director académico del programa sistema chacras de Aapresid y experto en conservación y manejo de suelos del INTA. Para el especialista, la capacidad productiva del suelo depende, casi exclusivamente, de la materia orgánica y de la actividad biológica. “Si degradamos estos elementos, la capacidad productiva del suelo se derrumba. Este es un principio básico”, señaló.
Y, en esta misma línea, agregó: “Es clave interpretar la necesidad de generar un balance o equilibrio entre los procesos de consumición y descomposición y los procesos de construcción o producción. De lo contrario, los sistemas se degradan”. Con este concepto como faro, hace 10 años que el INTA y Aapresid trabajan en la Chacra Pergamino para lograr un equilibrio entre la producción agropecuaria y la naturaleza. Y se demostró que es posible lograr una productividad más eficiente en el uso de recursos, con estabilidad en los rendimientos y una mejora del ambiente, de la mano de la agricultura regenerativa.
Durante los tres ciclos de trabajo, se estudiaron diversos indicadores biológicos que confirmaron el impacto positivo que generó la intensificación de los procesos y la diversificación de los cultivos sobre las propiedades físicas, químicas y biológicas de los suelos de la Chacra, como así también sobre los rendimientos acumulados en la rotación.
Y se pudo concluir que los mejores resultados se obtuvieron cuando se implementaron rotaciones diversificadas que mantuvieron el suelo ocupado con cultivos vivos la mayor parte del año. Es que, de acuerdo con Gil, “la mejor forma para regenerar un ambiente edáfico es tener el suelo siempre vivo y con actividad biológica”.
Para esto, resulta clave la rotación de cultivos y la Chacra Pergamino demostró los beneficios. Según el informe de resultados, “los rendimientos acumulados fueron máximos en las rotaciones más intensificadas. Una de las rotaciones destacadas fue trigo, soja-vicia, maíz, aunque la mejor fue con arveja”.
Mientras que la presencia de la vicia potenció los rendimientos de los demás cultivos de cosecha y generó mejoras en los aportes de Carbono y Nitrógeno, en las propiedades del suelo, y en el control de malezas, la rotación con arveja presentó mejores rendimientos.
A su vez, la rotación con pasturas fue la opción que más Carbono aportó. Según el informe, “el aporte de C promedio de cada rotación se relacionó positivamente con el nivel de intensidad de las rotaciones, de manera que cuanto más tiempo ocupado con cultivo vivo estuvo el suelo, más C se aportó al sistema”.
Con respecto a las rotaciones, Gil no dudó en explicar que el suelo no necesita descansar. “La naturaleza nunca se detiene, sino que cumple con los ciclos y procesos que la mantienen en un constante funcionamiento”, argumentó, al tiempo que insistió: “Los suelos necesitan mucha actividad biológica y diversa”.
En esta misma línea, subrayó que el suelo tiene un rol “fundamental” porque es el que almacena, administra y distribuye los recursos que necesita la planta, en especial, agua y nutrientes. Por esto, resulta la importancia de que tenga una estructura funcional que le permita a la planta disponer de esos recursos en tiempo y forma y dicha estructura está muy condicionada al manejo del ser humano.
Andrés Llovet –especialista en manejo de cultivos y suelos del INTA Pergamino– coincidió con Gil y agregó: “El principal factor que explica la productividad de los sistemas es la disponibilidad adecuada de agua y su acople con la demanda, de mano de la lluvia con sus variaciones anuales y estacionales, así como también la almacenada en el suelo y la disponible en napas cercanas”.
Dicha oferta de agua y su aprovechamiento, indicó Llovet, se encuentra supeditada a una serie de eficiencias. Por un lado, captura, almacenamiento y disponibilidad para los cultivos, depende de características genéticas de los suelos, pero es aquí donde las mejoras en la calidad del recurso suelo marcan diferencia. “Sistemas productivos basados en la diversidad e intensificación de procesos permiten sostener suelos saludables, sobre los cuales, a través del manejo, incrementamos la probabilidad de un mejor uso y transformación de recursos en biomasa”, detalló el especialista de Pergamino.
En este punto, Gil reconoció que “existen ciertas estrategias que lo favorecen la conservación de la estructura funcional del suelo, en especial, a nivel de los macroporos que permiten que el agua se infiltre. Un buen desarrollo de raíces y la suficiente aireación para una actividad microbiana que dominantemente es aeróbica”.
Por eso mismo, Gil señaló que es importante realizar un manejo agronómico adecuado a cada ambiente para que no les falte agua a los cultivos. Se debe procurar que este recurso salga del campo por transpiración para transformarla en biomasa, y, en este punto, Gil destacó la importancia de considerar la fecha de siembra, la genética, el arreglo espacial, la nutrición balanceada y la mitigación de plagas, malezas y enfermedades.
Complejizar los sistemas para estar en armonía
En los últimos años, los sistemas de producción agrícola de la zona núcleo de la Argentina se simplificaron al punto de lograr una marcada disminución de la diversidad y de la intensidad de las rotaciones con un menor número de cultivos al año.
Para los especialistas, el principal inconveniente de la simplificación de los sistemas es el bajo aporte de rastrojo con baja relación Carbono/Nitrógeno al sistema, lo que favorece su rápida descomposición que desencadena en balances negativos de Carbono.
Para Gil, es “fundamental” estar atentos a cualquier cambio en los indicadores de calidad y de salud para implementar a tiempo sistemas mejoradores de las propiedades del suelo para evitar degradar los recursos.
En esta línea, detalló que estos indicadores se pueden clasificar en distintos grupos según su objetivo y naturaleza de la determinación: producción, físicos, químicos, biológicos. En cualquier caso, es importante tener presente que todos están interactuando entre sí en el sistema y que esas interacciones no son necesariamente lineales y unívocas.
“Es importante tener una mirada integradora, más global, sobre el sistema para mirar los indicadores edáficos tanto físicos como químicos, así como también buscar nuevos indicadores que sean más sensibles a los cambios en el manejo de la producción, que permitan cuantificar en una escala de tiempo menor las mejoras que otorgan los sistemas intensificados”, indicó Gil.