Las tierras de Benetton no sirven ni regaladas

Basado en un informe del INTA, el gobierno de Chubut rechazó las tierras donadas por Benetton para usufructo de los mapuches. El informe técnico sostiene que de las 7514 hectáreas, menos del 5 por ciento son utilizables.

El italiano Benetton donó primero las tierras a los mapuches, pero éstos rechazaron el convite.
 
El refrán popular acerca de lo inoportuno de revisarle los dientes a un caballo regalado poco le importó a Chubut. El gobierno de esa provincia rechazó por improductivas 7500 hectáreas de tierras que le habían sido donadas por el terrateniente Luciano Benetton –poseedor de casi un millón de hectáreas en la Patagonia– a fines del año pasado para que fueran restituidas a las comunidades mapuches. Según el gobierno chubutense, la decisión fue adoptada luego de que un informe del INTA demostrara “la poca receptividad productiva del predio”.
Las donaciones ofrecidas por el grupo italiano Benetton, a través de la Compañía de Tierras del Sud Argentino, siempre tuvieron como objetivo poner fin a las disputas por las tierras que mantienen con el pueblo mapuche. El último conflicto terminó con un matrimonio aborigen desalojado de un terreno de 300 hectáreas. La empresa denunció a Antonio Curiñanco y Rosa Nahuelquir en 2002 por usurpación y la Justicia de Esquel ordenó que sean desalojados.
Para lavar su imagen después de esa acción, Benetton ofreció en 2004 entregar a las comunidades mapuches 2500 hectáreas “cercanas a Esquel y de buena tierra”, según aseguró la propia compañía. Se trataba, de acuerdo con el grupo empresario, de “una contribución concreta, a la par simbólica, a la solución de un enfrentamiento histórico”. El pueblo mapuche no compartía su visión: no aceptaron las tierras porque sostenían que no se trataba de hacer filantropía y porque, decían, Benetton no puede donar lo que no le pertenece.
La última oferta triplicó a la anterior y cambió de destinatario. En noviembre de 2005, Benetton ofreció 7514 hectáreas al gobierno de Chubut. El propósito de la empresa era “concretar un proyecto sustentable a beneficio de las familias aborígenes de la región”. En un comunicado plagado de buenas intenciones, el terrateniente señalaba: “Hemos optado por la política de lo posible, realizando un aporte concreto que aúna cantidad y calidad. Probablemente seamos los primeros en hacerlo, pero más que ocupar ese lugar lo que nos interesa es que esta iniciativa sea también tomada por otros actores para contribuir a la solución de un problema secular”.
El campo entregado como muestra de buena voluntad está en la zona de Piedra Parada, a 50 kilómetros de la localidad de Gualjaina y a 150 de Esquel. El predio quedaba a disposición de la provincia siempre que fuese destinado al desarrollo del pueblo mapuche, cuyos integrantes, para acceder a las tierras, debían elaborar proyectos productivos para trabajarlas. De acuerdo con la empresa, el campo “dispone de una fuente de agua primaria que discurre a lo largo de 12 kilómetros, siguiendo el cauce del río Chubut” y es “apto tanto para la ganadería como para la agricultura”.
Pero el gobierno de la provincia prefirió mirarle los dientes, revisárselos uno por uno. De esa tarea se encargaron los ingenieros agrónomos de la Agencia de Extensión de Esquel del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Después de revisar el informe de los técnicos, la opinión de las diferentes dependencias del gobierno coinciden en “la poca receptividad productiva del predio y en la desproporcionada inversión necesaria para desarrollar in situ un emprendimiento productivo perdurable en el tiempo, para más de dos familias dentro de parámetros productivos normales y/o habituales de la zona”.
El informe del INTA entregado al gobierno de Chubut sobre las 7514 hectáreas indica que sólo 308 hectáreas del total pertenecen al tipo que corresponde a valles y mallines (praderas cenagosas) húmedos o subhúmedos. Del terreno restante (más del 95 por ciento), 3228 hectáreas son de conos de deyección, pies de montes y cañadones; 2030, de laderas erosionadas y afloraciones rocosas, y 1948, de laderas con suaves pendientes y con exposición sudoeste, donde “las condiciones climáticas son más adversas, los vientos más fuertes, las temperaturas más extremas, la escasez de agua es mayor, igual que la susceptibilidad a la erosión por desarrollarse en áreas de escurrimiento hídrico”.
El informe destaca que en el predio hay 285,6 hectáreas que corresponden al valle del río Chubut y afirma que “esta superficie es potencialmente cultivable si se realizan las obras correspondientes para ponerla bajo riego, para lo cual debería realizarse un estudio más detallado para determinar la factibilidad de las mismas. No obstante, debe tenerse en cuenta que este área, que en ciertos sectores presenta planos en diferentes niveles, puede estar sujeto al efecto de inundaciones extraordinarias como las ocurridas durante el año 2004”.
No sólo la producción agrícola está en duda, las condiciones tampoco son las mejores para la cría de animales. El análisis de la producción forrajera en el lugar arroja que el promedio de forraje producido es de 126,4 kilos anuales por hectárea, “de los cuales puede consumirse el 45 por ciento para realizar un uso sustentable de estos pastizales”. El estudio asegura que, teniendo en cuenta que una unidad ganadera ovina “requiere 333 kilos de forraje para su mantenimiento” al año, serían necesarias 5,9 hectáreas para cada animal y en todo el establecimiento no podría haber más de 1280 ovejas.

Fuente: diario Página 12 ( www.pagina12.com.ar )

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