La pasión por el tambo con el toque de mujer

Estas hermanas conducen los destinos de un tambo modelo. Lo hacen de manera apasionada, aprovechando al máximo los recursos del campo. Pioneras en la incorporación genética, ahora desarrollan la lumbricultura, la apicultura y las frambuesas de manera integral.

Adriana Engler preside los destinos de la comuna de Pujato norte. El paraje rural abarca 4.000 hectáreas en donde la agricultura y el tambo se disputan el liderazgo de manera cotidiana. Desde hace 40 años comparte su trabajo con sus hermanos, María Elena y Rodolfo en el establecimiento "Los Rosales", un tambo que se destaca por muchas razones.
La historia se remonta a su padre, un incansable hombre de campo quien supo inculcarle a sus chicos el amor al trabajo y la pasión por lo que hacen.
En los comienzos trabajaban con un tambero, pero a partir del año 1965 comenzaron a trabajarlo de manera familiar. "Mis padres tenían tambero, pero desde desde hace 40 años ordeñamos nosotras.

Durante mucho tiempo alquilamos unas 32 hectáreas, pero al morir los dueños, las hijas nos pidieron alquilar al precio de un sojero, y para nosotros fue imposible mantener el alquiler", recuerda Adriana.

El tambo cuenta hoy con 47 vacas en ordeñe, aunque el promedio es de 70. Las que faltan están secas para parir en el invierno. "Cuando nosotros empezamos a trabajarlo, éste era un tambo más de la zona. Pero en esa época comenzó a trabajar el Centro de Inseminación Artificial de la Facultad de Esperanza, y supimos complementar su trabajo con el nuestro, porque siempre quisimos hacer cosas distintas para progresar, ya que con los toros de la zona no se podía avanzar muy rápido", admite María Elena.

Precursoras
Por aquellos años, hablar de inseminación artificial era algo revolucionario, pero en Los Rosales supieron que tendría un futuro enorme. Trabajando en conjunto con el centro de control lechero de la Facultad, arrancaron en los albores del año 66. "Siempre queriendo hacer cosas raras y novedosas, nos transformamos un poco en pioneros en la zona", recuerda Adriana.

En aquel entonces, las ampollas de semen refrigerado eran traídos de la estancia "La Martona" desde Buenos Aires todos los días en avión. Después la gente empezó a ver los cambios que esta renovación genética implicaba, con terneros de otra calidad y otra clase. La Martona se caracterizaba por tener muy buenos toros, y el recambio generacional con la nueva genética fue marcando la diferencia a simple vista, y sobre todo en los rindes de la productividad de las vacas.

"El cambio nos llevó tres generaciones, porque no es hacer simplemente un injerto, sino que lleva su tiempo. Siempre quisimos comprar el mejor semen de los mejores toros, y cuando pudimos compramos el importado de Canadá. "Además siempre fuimos reponiendo nuestras vacas con la producción propia.

Nunca compramos afuera, si bien lo hicimos esporádicamente. Nunca pensamos dejar el tambo", dice María Elena.

Estilos
Antonio Taboada es el veterinario del establecimiento de toda la vida, y no se cansa de elogiar el trabajo de los Engler. "Son una máquina de trabajar, hacen muy sencillo el trabajo del tambo gracias a la experiencia y al oficio. Ellas son muy ordenadas, lo hacen de manera artesanal y eficiente".

Recientemente, a través de Milkaut les llegó la exigente habilitación para la Unión Europea. "Ellos seleccionaron los tambos de acuerdo con los valores de recuentos bactereológicos y de células somáticas.

Como nosotros trabajábamos ordenadamente y éramos libres de brucelosis y tuberculosis optaron por elegirnos. Además, la experiencia desarrollada junto a la Universidad, a quienes siempre les prestamos las instalaciones para sus experiencias fue fundamental", nos cuentan. Eso les permitió ir un paso adelante de los demás, ya que todo el tiempo supieron aprovechar los conocimientos de aquellos jóvenes pasantes para "picar en punta y marcar la diferencia".

"Ser limpio o sucio en el tambo es el mismo trabajo. Lavar bien o mal requiere el mismo tiempo, pero lavar bien hará pareja la bonificación y no traerá problemas, y ese plus significó un adelanto para nosotros", dicen las hermanas.

Justamente, en la decisión de los auditores terció que tenían hechas las instalaciones por separado. La sala de máquinas, la sala de leche y el tanque, lo que es un requisito básico de la U.E. "Sólo nos faltaba un depósito y un baño, que vino a completar las instalaciones con algo que necesitábamos y que realmente no nos decidíamos a hacer", recuerdan.

Esta habilitación no cambió demasiado su trabajo cotidiano. Tan sólo los análisis de agua periódicos, pero esto sólo implicó profundizar un poco más los controles, usar menor cantidad de antibióticos, etc., pero en definitiva, "significó profundizar un poco más el camino que veníamos transitando", dicen.

Siempre adelante
En la década del 90 decidieron apoyar fuertemente a los técnicos de la Facultad, no sólo en el seguimiento de la calidad de la leche, sino en el tema de transferencia de embriones. Eso significó una gran ayuda para los pasantes de aquel entonces, hoy veterinarios. Técnicas como la Inseminación Artificial a Tiempo Fijo o la Ecografía bovina, que ahora están tan diseminadas, eran inéditas en aquel entonces.

Hoy en día tienen un plantel de vacas de una gran calidad que todos quieren comprar, que son la envidia de todo el mundo. Cuando tienen algún problema de reproducción, hacen una presión de selección muy fuerte y las descartan. Las vacas que no quedan preñadas no se guardan, sino que renuevan el plantel para seguir manteniendo el nivel.

A diversificarse
En el año 98, a raíz de la aprobación para la Unión Europea, tuvieron que reciclar la montaña de estiércol, que no sabían cómo eliminar. "En los comienzos se las vendíamos dos veces al año a los quinteros. Pero dejaron de venir. Traía muchas moscas y decidimos apostar a las lombrices para reciclarla y eliminar los insectos. Pero no vendemos las lombrices, porque las compramos para mantener limpio el tambo. La idea era usar el humus como fertilizante orgánico, pero no tenemos una máquina para desparramarlo en el campo", dicen.
 
El año pasado incursionaron con las frambuesas, siempre en la búsqueda de algo nuevo. El contacto llegó a través de la Asociación Para el Desarrollo del departamento Las Colonias, en donde se contactaron con el Ing. Don. "Hicimos un curso de capacitación para ver de qué se trataba y allá fuimos", recuerda sonriente Adriana.
 
"Primero nos decían que para hacerlo rentable teníamos que comprar 3.000 plantas a $ 3 cada una. Eran palitos secos con raíces desnudas, solamente húmedas. Decidimos no arriesgar tanto y compramos 1.000 plantas que fertilizamos con nuestro humus de lombriz, una verdadera innovación que les `quemó los libros a todos". Sobre el lomo de los plantines pusimos el humus, las regamos y pese a los augurios de un 10 % de fallas, vimos que sólo fallaron 10 de las 1.000. Después descubrimos que se habían secado por estar mal plantadas, error que no volvimos a repetir. Ahora queremos duplicar la plantación, que vendemos de manera particular", planean.
 
Anfitrionas
A través de Milkaut han venido a ver el tambo muchos extranjeros, sobre todo de Europa, quienes se asombran por la escasa rentabilidad de la producción tambera de la Argentina y de la falta de incentivos estatales para con el sector. "Nunca pudieron entender el concepto de las retenciones". En enero, febrero y marzo vinieron para ver el trabajo del tambo y a hacer inversiones.
 
Ellas dicen que es un tambo fácil de manejar, aunque ha quedado chico, pero esa ha sido una opción voluntaria. Porque sus objetivos estuvieron limitados a esa escala de trabajo. Nunca se dejaron entusiasmar para hacer más volumen.
 
En los momentos de crisis su fuerza de voluntad fue puesta a prueba. A la crisis nacional se le sumó la crisis de Milkaut, por lo que fue una prueba muy dura. "En el peor momento de la misma hubo un mes que no cobramos. Fue muy difícil". Pero la clave de la rentabilidad está en la mano de obra, al ser ellas quienes hacen el grueso del trabajo.
 
En "Los Rosales" la mecánica es sencilla. Si necesitan alimento concentrado lo compran, como la malta para las proteínas o derivados del maíz y almidón para los hidratos de carbono.
 
Tienen un empleado de todo el día que ayuda a hacer el trabajo, y a la tarde tienen otros dos que ayudan a ordeñar y a limpiar. Son aprendices, hijos de los vecinos, que se ocupan del movimiento de los animales, cambian los boyeros, etc.
 
"Con 80 hectáreas no podés hacer milagros, por lo que nunca quisimos expandirnos como todos los demás. Tenemos un crecimiento medido y ordenado. Las puertas están abiertas para el turismo rural, que puede significar otro complemento para el establecimiento".
 
A las producciones alternativas que plantean en su establecimiento, se le suma la apicultura, la que está tercerizada desde hace muchos años, pero que significa un aporte importante para las frambuesas.
 
La rutina continúa en Los Rosales. Una rutina especial, al rimo del tambo, cuyo combustible es la pasión por todo lo que emprenden. Con sabor artesanal a leche recién ordeñada, a frambuesa y a miel de campo.
Una rutina con el toque de mujer.

Por Federico Aguer – Publicado en el diario El Litoral de Santa Fe ( www.ellitoral.com )

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