El estrés por calor ocurre cuando la temperatura ambiental es elevada, causando un desbalance entre los mecanismos de acumulación y disipación en el animal. Una elevada temperatura ambiental, combinada con alta humedad relativa (HR), hace que sea más difícil para el animal disipar el calor y activar la homeostasis.
Existe un índice (THI) para medir el estrés térmico, que combina temperatura ambiental – HR y cuando el promedio es superior a 68, las vacas exhiben signos de estrés calórico, como aumentos en la tasa respiratoria y en la temperatura rectal, menor consumo de materia seca, disminución de la producción y además, incrementa el riesgo de retención de placenta y metritis.
El efecto de la respuesta al estrés por el sistema inmune es controversial, con reportes que muestran estimulación o supresión dependiendo de varios factores, como el tipo de estrés, duración de la exposición al estrés y el estado del animal. También hay evidencias que sugieren un efecto de arrastre del estrés por calor en la función inmune innata; particularmente, los neutrófilos de vacas expuestas en preparto a estrés calórico y a condiciones frescas en el posparto, tienen una ineficiente fagocitosis y explosión oxidativa hasta 20 días después de la solución del estrés.
Por otro lado, las enfermedades uterinas afectan al 40% de las vacas posparto y son caracterizadas como una infección en el útero causada por bacterias patógenas como E. coli, entre otras. Por lo tanto, las enfermedades uterinas y el estrés calórico, son los principales desafíos en vacas lecheras.
El estrés por calor, altera la inmunidad del animal, haciendo que las vacas sean más susceptibles al desarrollo de enfermedades del útero, aunque los mecanismos no son claros.
A partir de esto, los autores investigaron el efecto del estrés calórico preparto, sobre la inmunidad posparto, mediante la evaluación del contenido bacteriano de la vagina y respuestas inmunitarias en sangre en vaquillonas primíparas raza Holstein, las cuales fueron asignadas para recibir enfriamiento forzado (sombra, aspersores y ventiladores; n=14) o para permanecer en condiciones de estrés calórico controlado (HS; únicamente sombra; n=16) durante 60 días preparto. En el posparto, todas las vacas estuvieron en freestall equipado con sombra, aspersores y ventiladores.
Como resultados, la tasa respiratoria y temperatura rectal en el preparto, fueron mayores en vaquillonas HS comparado con las del grupo refrescadas. Aunque la producción de leche fue menor en vacas HS en comparación con las del otro tratamiento, la incidencia de enfermedades uterinas y el contenido total de bacterias patógenas en la vagina no fueron afectados por el tratamiento.
Por último, se recolectó sangre al día 21 posparto, encontrándose una acumulación mayor de citoquinas pro inflamatorias y quimiocinas en vacas con estrés calórico.
Estos resultados muestran, que el estrés calórico preparto durante el final de la preñez, tiene efectos de arrastre sobre la inmunidad innata posparto, que puede contribuir a una mayor incidencia de enfermedades uterinas.
Este experimento se llevó a cabo en la Unidad de Investigación Láctea de la Universidad de Florida de junio a noviembre de 2019 y fue aprobado por el Comité Institucional de Cuidado y Uso de Animales de la Universidad de Florida.
Por Paula C. C. Molinari, Brittney D. Davidson, Jimena Laporta, Geoffrey E. Dahl, I. Martin Sheldon and John J. Bromfield / https://doi.org/10.3168/jds.2022-22405