El aumento de gases efecto invernadero (GEI) viene creciendo desde hace décadas pero en 2017 tuvo su cénit y es por ello que está en el centro de un debate mundial.
“En la agricultura implica la desaparición de muchos polinizadores y países que tienen baja altura sobre el nivel del mar, la temperatura implica que una pérdida importante de los hielos de los casquetes ártico y antártico”, describió Miguel Ángel Taboada, en el marco de primer Seminario de Balance de Carbono organizado por la empresa Sema, del que participaron 200 referentes de la cadena agroindustrial. Se refirió a la quema de combustibles fósiles, incluso algunos que se abastecen de energía a partir de la quema de carbón es uno de los grandes generadores de gases que promueven este efecto invernadero que está dañando el planeta.
Los objetivos están puestos en una reducción para el 2050 pero para lograrlo habrá que trabajar mucho y uno de estos frentes de trabajo estará en los frentes difusos, que son difíciles de mensurar y que incluye a todo lo relacionado con el suelo, entre otros la agricultura y la ganadería.
“Todo lo que se hace en el sector energético, en procesos industriales y alimentos hay que trabajar para capturar una buena parte de este carbono en los “almacenes naturales” como se lo llama al mar y al suelo”, razonó Taboada.
Ese almacén en el suelo pueden ser lo forestal, nuestros bosques o la materia orgánica del suelo, que es donde está puesto el foco en el sector agropecuario.
El Informe P sobre Cambio Climático 2019 (IPCC) propuso algunas acciones interesantes, entre ellas tres opciones destacadas:
-Manejo de tierras (agricultura, bosques, ecosistemas y suelos)
-Manejo de las cadenas de valor, utilización de desperdicios y reducción de pérdidas de alimentos.
-Manejo del riesgo (diversificación, gestión de áreas de desastres y germoplasmas locales, entre otras acciones)
Taboada señaló que para este combate hay algunos co-beneficios y sinergias y muy escasa competencia e impacto negativo. Entre ellos se encuentran la prevención de la degradación y desertificación de las tierras, y la seguridad alimentaria. Las mejoras en el manejo de tierras agrícolas y ganaderas, de los sistemas de pastoreo, los sistemas integrados o silvopastoriles aparecen como los más promisorios en los objetivos de mitigación, pues una buena parte de la atenuación del daño tiene que ver con el secuestro de carbono en suelos agropecuarios.
Este es un sistema de carbono en los sistemas agropecuarios, donde se integran a los suelos por la fotosíntesis, por los rastrojos ingresa al suelo y los egresos son el carbono que se estabiliza como materia orgánica estable (humus) y los que salen como mineralización. “Eso estamos estudiando, queremos saber cuánta es la capacidad de secuestro de carbono por el suelo, queremos medirlo y ser lo más certero posible”, adelantó el especialista.
Por supuesto esto depende de las características del suelo, el clima, el porcentaje de arcilla y otros aspectos.
La FAO lanza un programa en 2020 donde señala que el potencial de captura de carbono utilizando una herramienta que trabaja hace tiempo el Inta en nuestro país. Nutrición de cultivos, siembra directa, cultivos de cobertura, rotación con pasturas y sistemas pastoriles junto a la siembra de especies alternativas, principalmente leguminosas. Se estima que potencialmente puede capturarse una tonelada de CO2 equivalente por hectárea, con lo que se infiere la capacidad de intervención en la captura de carbono que tiene la agricultura.
Sistemas de monitoreo, reporte y verificación
Este dispositivo permite realizar un balance de emisiones y compensaciones por el secuestro de gases de efecto invernadero (GEI). Las emisiones de gases es a través de N2O (fertilizantes, residuos y deyecciones, entre otros), CH4 (fermentación entérica, arroceras y otras) y CO2 (quema de combustibles, quema de residuos, pérdida de materia orgánica y otros) y se miden todos por las directrices del IPCC. El secuestro de C se proyecta a 20/30 años y para ello se debe medir la presencia de C en el suelo a 30 cms de la superficie, y a partir de ello se deciden las compensaciones.
“Una buena cuestión para nuestra realidad es que Argentina cuenta con mucha información y sistemas de medición validados, por lo menos en la región Pampeana”, señaló el experto.
Medir el secuestro de C tiene que ver con tener clara una situación inicial para poder mensurar luego las intervenciones virtuosas que se realicen y que se medirán cada 4 u 8 años, con control anual en base a información satelital. Los sistemas de medición deben tener aptitud técnica y económica para su utilización para poder certificar el balance de carbono según cada actividad.
Por Osvaldo iachetta – Redacción TodoAgro